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domingo, 12 de febrero de 2017

Nº 369 EL HOMBRE DEL SACO.

De pequeño en mí pueblo,
vivía medio atontado,
culpable el hombre del saco,
me tenía atemorizado.

No había electricidad,
ni tampoco agua corriente,
es una aldea pequeña,
vivía poquita gente.

Las noches eran largas,
había que tener paciencia
 me mandaron a un recado,
por culpa de una emergencia.

Coge el candil de petróleo,
ve a  casa la Angelina,
y le pides por favor,
que te preste una aspirina.

Por eso salí esa noche,
con más prudencia que un caco,
pero con tan mala suerte,
que  vi al hombre del saco.

El susto que me lleve,
fue un susto de cojones,
al no llevar calzoncillos,
me cagué los pantalones.

Cuando le mire a la cara,
conocí al hombre temido,
 se paso mi temblor,
era un hombre conocido.

Me pregunto donde iba,
con delicadeza y cariño.
 Me fije en el saquito,
¡allí no cabía un niño!.

El saco estaba blandito,
al poner la  mano encima,
 comprobé que en el saco,
llevaba un poco de harina.

Lo llevaba a la Angelina,
para hacer un intercambio,
nunca me enteré,
lo que ella le dio a cambio.














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