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martes, 11 de julio de 2017

HUEVOS DE YESO.



De niño nunca escuche.
hablar de la salmonera.
No la conocía mí madre,
y mucho menos mí abuela.

Comía los huevos crudos,
no había caducidad.
Si alguna vez los pillaba,
era de casualidad.

Las gallinas por la calle,
como no hacen nido.
Cada gallina ponía,
en su lugar preferido.

Bajo un montón de leña,
vi un ponedero al azar.
Ese fue un día de suerte,
lo tenía que aprovechar.

Cada día cogía un huevo,
y con mucho disimulo.
Le hacía dos agujeros,
en la punta y en el culo.

Chupaba su contenido,
y para disimular.
Lo rellenaba con yeso,
y los volvía a dejar.

Así hice varias meriendas,
no deje ni uno entero.
Hasta que un día la dueña,
descubrió ese ponedero.

Encontrar ese tesoro,
le produjo una alegría.
Con una buena tortilla,
su familia comería.

Lo malo fue la sorpresa,
cuando se puso partirlos.
Eran tan duros los huevos,
que no pudo ni batirlos.

Le preguntó a mí madre,
si podía explicarle eso.
-SI la gallina come piedras,
pone los huevos con yeso

La pobre gallina
pago mi travesura,
valió para diez cocidos
a pesar de estar dura.










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